Khalid Sheikh Mohammed, considerado el cerebro de los ataques del 11 de septiembre, y dos de sus cómplices, han aceptado declararse culpables de los atentados que mataron a casi 3.000 personas en Estados Unidos, evitando así la pena de muerte.
El acuerdo, alcanzado en la prisión de Guantánamo donde los acusados permanecen recluidos desde 2003, pone fin a más de una década de procedimientos legales marcados por la controversia sobre el uso de torturas por parte de la CIA.
A cambio de admitir su culpabilidad por todos los cargos, incluyendo asesinato y terrorismo, los acusados recibirán cadena perpetua. Esta decisión evita un largo juicio y las posibles impugnaciones basadas en las confesiones obtenidas bajo coacción.
La noticia ha generado diversas reacciones. Si bien algunos familiares de las víctimas ven en este acuerdo un cierre parcial, otros critican que los acusados eviten la pena capital. Además, expertos legales cuestionan la legitimidad de un juicio militar y las condiciones de detención en Guantánamo.
Este caso plantea interrogantes sobre la justicia, la rendición de cuentas y el legado de los ataques del 11 de septiembre. La decisión de los acusados marca un hito en la historia de este trágico evento, pero deja abiertas muchas preguntas sobre el futuro de la lucha contra el terrorismo y la búsqueda de la verdad.
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